En un mundo que experimenta una creciente desigualdad e intolerancia, las herramientas tomadas de la ciencia y las matemáticas podrían ser la clave para comprender y prevenir los prejuicios.
En Chaos, de AIP Publishing, Luis A. Martinez-Vaquero de la Universidad Politécnica de Madrid aplicó la teoría evolutiva de juegos, que combina técnicas de economía y biología, y análisis de sistemas complejos para investigar la relación entre desigualdad e intolerancia. Encontró que la desigualdad aumenta la intolerancia y que la redistribución de la riqueza puede prevenir su contagiosa propagación.
Martínez-Vaquero estudió la cooperación utilizando un modelo de reciprocidad indirecta. A diferencia de la reciprocidad directa, donde las personas basan sus decisiones solo en los encuentros pasados con las personas específicas con las que están interactuando, la reciprocidad indirecta se basa en un tercero. En este caso, las personas asignan reputaciones a otras personas en función de las acciones que presencian. Basan futuros encuentros en esa reputación.
« Así, las estrategias bajo la reciprocidad indirecta basada en la reputación constan de dos partes: evaluaciones morales, que dictan cómo los individuos juzgan las interacciones de los demás y atribuyen reputaciones, y reglas de acción, que indican cómo uno debe interactuar con los demás en función de cuáles son estas reputaciones, « , dijo Martínez-Vaquero.
En este modelo, una población se divide entre un grupo de altos ingresos y un grupo de bajos ingresos. Los individuos interactúan aleatoriamente en parejas como donante o receptor. El donante elige si quiere contribuir con fondos al receptor en función de la reputación de ambos.
La población es testigo de la interacción y juzga la acción del donante como « buena » o « mala », actualizando la reputación del donante en consecuencia.
Las personas tolerantes no juzgan en función de los ingresos cuando deciden donar, mientras que las personas intolerantes asignarán a los del grupo de ingresos opuesto una « mala » reputación. Las personas intolerantes también juzgarán a las personas de su grupo como « malas » por cooperar con el grupo opuesto.
“La desigualdad potencia claramente el surgimiento de la intolerancia, incrementándola incluso sin la presencia de nuevos individuos que traigan estas conductas. Una vez que la intolerancia comienza a actuar, es casi imparable ante la presencia de la desigualdad”, dijo Martínez-Vaquero.
En algunos escenarios, los resultados también muestran que las personas económicamente desfavorecidas de los grupos minoritarios priorizaron ayudar a las personas ricas sobre los miembros de su grupo, incluso cuando las personas ricas los discriminaron.
Aun así, la redistribución de la riqueza al comienzo de la expansión de la intolerancia demostró ser una intervención eficaz.
Este modelo simplificado es la base para futuras investigaciones sobre la prevención de la intolerancia interceptando la desigualdad de riqueza. Demuestra el poder de los sistemas complejos, que se utilizan en muchos campos, como la ciencia del clima, la termodinámica, la teoría del caos y la computación de redes neuronales.